Esta es una semblanza muy personal que ha realizado vuestra compañera Carolina García- Herrera de BC2 acerca de los dos autores. Es otra forma, más literaria, de abordar un comentario. Os recomiendo que la leáis.
A continuación está el ejercicio realizado por Lorena Pacheco de BT2. Una redacción muy bien escrita y muy ilustrativa.
MIGUEL DE UNAMUNO, ANTONIO MACHADO
Uno del norte y otro del sur, unos años de diferencia y tantas y tan pocas cosas en común a la vez.
Miguel de Unamuno es mayor, más obsesivo, más contradictorio. Quizá ese carácter se forjó al haberse criado en una familia de mujeres.
A Unamuno le dolía España, no podía entender que todo lo que había vivido se fuera de un soplido con el famoso Desastre del 98 en el que a su patria únicamente le quedó la pena.
Educado en un ambiente religioso, cuando fue creciendo se dio cuenta de que carecía de algo muy importante para vivir la religión, le faltaba fe.
No podía entender que Dios quisiera que la vida de uno de sus hijos se le escapase poco a poco de las manos. Con este golpe el escritor continuó su camino.
Intentó una y otra vez ponerme en su lugar, decir ¿qué pasaría si perdieses un hijo? No sabría explicarlo, aún no, aunque puedo decir que me costaría seguir, eso seguro.
La filosofía de Unamuno se basaba en el nihilismo negativo! la nada le atormentaba. Sufría al pensar qué pasaría cuando la muerte le rindiera cuentas. Esto era algo que pasaba mucho entonces. Con las ideas liberales que surgían, los españoles tenían la opción de soltar la mano de la religión, esto los dejaba desamparados a la sombra de un muro que caía sobre sus hombros.
A día de hoy, España sigue desmoronándose pero pienso que en lugar de frustración, de desolación, de espíritu de lucha, solo queda dejadez, pasotismo, ignorancia, y en realidad duele que entre todos no podamos unirnos para un bien común, para mejorar nuestra tierra.
Por otro lado, vivimos bajo la sombra de un gran poeta, Antonio Machado. Era gran amigo de Unamuno, coetáneo aunque algo posterior. Él también era consciente de la situación española pero, como plasma muy bien en su obra, amaba su tierra, amaba el paisaje y todo lo que eso conllevaba. Se enamoró y aquí si puedo opinar, es cierto que enamorado la vida no sólo se ve rosa sino que en una fracción de segundo eres capaz de contemplar todos los colores del arco iris de una vez. A su amor se la llevó el tiempo, la perdió y al mismo tiempo la ganó para siempre. Recibió una educación de corte liberal, era un hombre sencillo y humilde nacido en Sevilla, respetado por todos y siempre arropado por su familia, sobre todo por su madre junto a la que murió.
Sentada en un escritorio y con sólo la ayuda de meras conexiones neuronales de las que sólo surgen preguntas, puedo intentar conocer a estas dos misteriosas figuras.
Pienso; "Unamuno". A la cabeza me vienen unas gafas, miles de libros, la idea de Dios, canas y vestimenta oscura.
Las gafas a lo mejor significaban la intelectualidad, el misterio de su mirada tan compleja y tan incomprendida; los libros eran su vida, su camino, su obra y su carrera, aquello que plasmó sus ideales y que ha perdurado con el paso del tiempo hasta hoy.
La idea de Dios contra la que él luchaba, la que quería ver y a la vez olvidar, la que significaba su angustia existencial. Las canas para mí suponen la experiencia, el peso y el paso que los años dejaron en él, la huella.
La vestimenta oscura puede que fuera símbolo de la seriedad que le caracterizaba, de la complejidad, de lo negro que veía el futuro.
Creo que a pesar de ver todo negro se puede continuar caminando a tientas.
Luego la idea de Miguel de Unamuno va saliendo con sigilo de mi cabeza, me abandona.
Aparece Machado, Antonio Machado. Me saluda cordial, simpático. Hay algo en su mirada que tranquiliza, da sosiego.
Con la imagen de su persona, al igual que antes vienen otras tantas a mi confundida cabeza: el campo, el reloj, un camino vegetal, el Duero, la belleza de la mujer y un Dios algo distinto, íntimo, personal. Por último la estatua de la libertad.
El campo me recuerda a Machado, quien paseaba sólo por el placer de contemplar su patria . El reloj, las manecillas pasan lentas, pero nunca cesan, esta era una de las preocupaciones principales del poeta. Es cierto que el tiempo pasa y cuando te quieres dar cuenta ya no vuelve, por eso me gustaría poder seguir siempre la filosofía del carpe diem, de aprovecharlo todo, de vivir. Un camino vegetal pisoteado por unos pies cansados, cansados pero vivos que de nuevo me recuerdan al autor, a Soria. El Duero es el escenario de tantas de sus reflexiones y obras que tras haberlo leído parece que conociera. La belleza de la mujer, de una primera mujer que plasmaba en sus obras. La de Leonor, de la cual se sentía orgulloso, afortunado de haberla tenido.
Para el autor, Dios era algo únicamente suyo, no creía sólo vivía. Finalmente la estatua de la libertad que sugiere toda la ideología de su persona, la ruptura de unos esquemas demasiado resquebrajados.
UNAMUNO-MACHADO por Lorena Pacheco
https://drive.google.com/file/d/0BwAh4Ewqw23Tcjhadk4tUEJFQlMyQnRYNk9kWVNrbVFvU3pZ/edit?usp=sharing
No hay comentarios:
Publicar un comentario